viernes, 22 de octubre de 2010

El ajedrez en "Casablanca"


            Pocas películas a lo largo de la historia del cine han suscitado tantos análisis y tantos comentarios como la obra de Michael Curtiz Casablanca. Algunos de sus diálogos (incluso aquellos que no se produjeron nunca) se han convertido en parte de la cultura universal y su pareja protagonista es una de las imprescindibles del Séptimo Arte.

            Esta nota intentará mostrar al lector un detalle apenas destacado de la película: su relación con el ajedrez. El director no sentía una gran devoción por el juego, pero sí el actor protagonista (Humphrey Bogart) que era un apasionado aficionado, de modo que la aparición de esta disciplina obedece al deseo de este pero no a un capricho.

            El hecho de representar la apertura francesa (recuérdese que es en Marruecos “francés” donde sucede la acción), de que Rick no juega con nadie, sino que analiza (“esta no es mi guerra”) pero sus piezas son las negras (responden 1…e6 a la jugada blanca 1.e4), que son las que determinan la apertura elegida, no es baladí como podrá comprobarse con la lectura del documento adjunto.

            Casablanca es un filme mítico, lleno de matices escondidos, de recodos sorprendentes, donde hasta “La Marsellesa” suena bien, y , aunque el tiempo pasará, siempre nos quedará París y tendremos en esta obra el comienzo de una gran amistad con el cine y acaso con el ajedrez.

Para saber más.

Historias de cine II (O xadrez en Casablanca) por SCO
Casablanca

Louis Armstrong - As Time Goes By .mp3


Found at bee mp3 search engine

Curuxán




            Cuando la dorna Curuxán abandona el cálido refugio de la Playa de Beluso tiene una primera y gozosa tarea, pasar por delante del balcón donde Josefa entre página y página (los textos no dejan de ser tejidos) observa los vaivenes de su marido, Manuel Morales, al mando de la embarcación. Dice la leyenda que, como el guiño de un ojo, sutil, casi imperceptiblemente la vela se sube y se baja como si fuese un sombrero a modo de homenaje.

            Un poco más allá, hacia el este, está Carmen, la esposa de Manuel Aldao, y la dorna, si los vientos no son demasiado hostiles, se acerca también a presentar sus respetos como recuperando viejos modales de los caballeros medievales.

            Manuel Morales, propietario y capitán de la nave, es doctor en matemáticas de modo que no sabemos si son sus conocimientos sobre las geometrías no euclídeas o su sagaz capacidad de ajedrecista (logró batir al que luego sería campeón mundial, Veselín Topalov, y su proverbial sentido del humor cumplimentó la panilla con la forma Moralov, si es que nunca se desmoraliza) pero el caso es que consigue amansar a Eolo sin que se enfade demasiado pese a obligarlo a besar la lona, de la vela.

            Manuel Aldao es un pionero en la investigación etnográfica de Bueu, sus trabajos sobre los cruceiros, los molinos, las embarcaciones tradicionales o el reparto de las aguas de regadío, por sólo citar unos ejemplos, abrieron caminos hasta entonces  inexplorados y despertaron la sensibilidad de muchas personas. Corre el rumor entre las gentes y en los programas de televisión de que no hay aspecto de Bueu que no conozca Manuel Aldao.

            Al amable lector de este blog quiero mostrarle una pequeña película sobre la recogida de la Curuxán en el verano del 2009. Las imágenes son de Manuel Morales, un verdadero captor de luces y de colores pues también es un hábil pintor. Los protagonistas de la “llevada” somos Óscar Morales y un servidor, en la arribada también participan los citados Morales y Aldao. Sirva como pequeño homenaje a lo mucho que he aprendido, a lo mucho que he disfrutado, a lo largo de las horas, siempre breves, de travesía.

martes, 19 de octubre de 2010

El himno de la alegría


EL HIMNO A LA ALEGRÍA

            Hace muchos años, cuando leí por primera vez Opiniones de un payaso, la célebre obra de Heinrich Böll, me sentí conmovido por una de sus frases: “soy un payaso y colecciono momentos”. Quizás la historia, la historia personal y la humana no debiera ser un crónica bélica ni un inventario de gobernantes más o menos corruptos, sino una colección de momentos (ya, en otro espacio de este blog, hablé de Memoria del fuego, la obra de Eduardo Galeano que creo que consigue este propósito). En algunas ocasiones parece que los hombres y los azares se alían para conseguir algo extraordinario, un acontecimiento que parece convertirse en sacramento de sí mismo, me vienen ahora a la mente, la toalla que un atleta alemán arroja para servir de referencia a  Jesse Owens en la clasificación del salto de longitud en la Olimpiada de Berlín de 1936, o el último movimiento de carrera del ajedrecista Mihail Tahl, Re1, es decir, el rey regresa a su casilla originaria como si el jugador quisiera volver al origen de la vida, pocas horas antes de su muerte.

            Quizás porque como diría Wagner: “Aquella sinfonía tenía que encerrar el secreto de los secretos”, la creación de la novena sinfonía de Beethoven es uno de esos instantes en que la humanidad se transciende a sí misma. Su autor, ya sordo, no sólo fue capaz de explorar formas innovadoras y crearlas sin oírlas, sino que con esa hazaña convertía en real aquella afirmación unamuniana según la cual la meditación es “hacer sentir al pensamiento y hacer pensar al sentimiento”. Beethoven siente desde las células, desde lo más profundo de sí una idea, transgresora y profunda y piensa una emoción desbordante.

            Sabemos que el sordo genial llevaba mucho tiempo queriendo poner música a la “Oda a la alegría” de Friedrich Schiller pero nunca pudo imaginar que el resultado iba convertirse en el “Himno de la humanidad”. El ajedrecista Viktor Kortchnoi, entonces apátrida, lo eligió para que sonase al comienzo del match por el título mundial en Baguio contra Anatoli Kárpov y en muchas ocasiones ha sido interpretado en numerosos actos por la paz.

            Beethoven pues no creó una sinfonía o, mejor dicho, no compuso sólo una sinfonía, sino un generador de momentos, una especie de big-bang emocional con el que los monos desnudos podemos soñarnos más humanos.

Para saber más:

domingo, 17 de octubre de 2010

Las iglesias románicas del Morrazo


IGLESIAS ROMÁNICAS DEL MORRAZO

            La península del Morrazo es un enclave muy densamente poblado desde la antigüedad. Es rica en manifestaciones artísticas que, si bien están englobadas en la cultura de Galicia, en ocasiones sorprenden con creaciones singulares como el  famoso laberinto de Mogor o el Cruceiro de O Hío. Estas líneas quieren destacar un conjunto modesto pero interesante de iglesias de estilo románico.

            Prácticamente todas las iglesias románicas del Morrazo son sanjuanistas prueba de la fuerte implantación de esta orden en este lugar, prueba de ello son las cruces potenzadas esculpidas en sus fachadas.  Destacan también por la riqueza de los canecillos con formas geométricas, zoomórficas, humanas y grotescas con toda su rica simbología.

            La modesta Iglesia de Santa María do Campo era el centro gobernativo de las iglesias sanjuanistas del Morrazo y llegó a tener, por Breve del Papa Clemente XIV y Real Cédula de Carlos III, derecho de Asilo Sagrado. Curiosamente hoy destacamos de ella, sobre todo sus pinturas neogóticas.

            San Tomé de Piñeiro destaca por su hermoso ábside circular, fue inicialmente parte de un monasterio benedictino pero a fines del siglo XII sufrió una fuerte reforma atribuida a los sanjuanistas.

            Santa María de Cela destaca por la maravillosa vista que puede contemplarse desde su atrio y por la variedad y riqueza de sus canecillos y también de sus esculturas interiores.

            San Andrés de O Hío es una iglesia infravalorada quizás porque en su entorno está el que sin duda es el mejor cruceiro gallego obra del Maestro Cerviño a fines del siglo XIX. Otra aspecto importante es que en su recinto exterior se baila, el día del patrón, “La danza de Hío”, una de las ricas manifestaciones de baile tradicional de la Península del Morrazo.

            La Iglesia de San Martín de Moaña acaso tenga la fachada más hermosa, con un tímpano en el que aparecen diversas figuras, una de ellas podría pertenecer al autor o promotor de la misma pues se puede leer: “Arias fecit”.

            La iglesia de San Juan de Tirán está encima del mar, tan es así que, como este produce desgastes en el suelo que la sustenta,   fue necesario consolidar el terreno. Pegado a ella un singular cementerio y la tumba del escritor José María Castroviejo.

            Espero que las diapositivas que acompaño puedan sean del agrado del lector y le animen a conocer de modo más profundo estas pequeñas joyas del Morrazo.


sábado, 16 de octubre de 2010

Embarcaciones tradicionales




LAS EMBARCACIONES TRADICIONES EN GALICIA

            En cualquier parte del litoral gallego es posible, al viajero, contemplar un heterogéneo conjunto de pequeñas embarcaciones de madera, modestas barcas que a un ojo poco acostumbrado pueden parecerle muy similares y, sin embargo, encierran una enorme variedad de formas singulares.

            Estos barcos tienen un origen muy remoto, prehistórico, como ya apuntaba José María Massó en su libro Barcos en Galicia (de la prehistoria hasta hoy y desde el Miño a Finisterre); están fuertemente emparentadas con otras embarcaciones de la costa atlántica como probó el profesor sueco, afincado en Bueu, Staffan Mörling. Sus obras: Las embarcaciones tradicionales en Galicia y Lanchas e dornas son fundamentales para el conocimiento de este rico patrimonio etnográfico.

            A mediados del siglo pasado en Bueu, por ejemplo, era posible contemplar cientos de velas que regresaban del trabajo en el mar, pero este majestuoso espectáculo desapareció con la generalización de las embarcaciones con motor por lo que, en la actualidad, estos barcos son cada vez menos numerosos.

        La “Federación galega pola cultura marítima”  mantiene una intensa actividad de investigación y conservación de estos barcos tradicionales. En Bueu, a asociación “Os galos” (nombre popular del bote polbeiro, el más característico de este puerto) ha construido, reparado y puesto a navegar más de una docena de embarcaciones tradicionales.

 Con el fin de dar a conocer este ingente patrimonio publica todos los años una revista con el mismo nombre y organiza un encuentro de embarcaciones tradicionales a la que concurren barcos de toda Galicia y del norte de Portugal.  Este año se celebró la XIV edición con gran éxito de participación, entre los participantes, además del bote polbeiro que, en una labor pionera, había construido a Asociación Cultural “As Lagoas”,  estaba la dorna Curuxán, la  más veterana de las participantes, con Manuel Morales como patrón y el investigador Manuel Aldao a la caña.
            En las imágenes podemos observar a Rosendo Corral a la caña de un bote polbeiro, a los citados Aldao y Morales navegando y una imagen general y un plano detalle de la dorna Curuxán.

            Permítame el lector que le recomiende la lectura de los libros citados, una visita al Museo do Pobo galego y al Museo Massó, así como la asistencia a cualquiera de los encuentros de embarcaciones tradicionales que se celebran a lo largo de todo el litoral gallego.

sábado, 9 de octubre de 2010

Memoria del fuego


MEMORIA DEL FUEGO

         No es la primera vez que coincido con la Academia Sueca en reconocer los méritos de un literato para obtener el Premio Nobel. Saramago, Naipul o Darío Fo, figuraban entre mis autores preferidos antes de obtener el galardón, de modo que a esa lista se incorporase el nombre de Mario Vargas Llosa no constituía una novedad. No obstante si fue, para mí, una sorpresa pues no es costumbre premiar a autores muy próximos en lo generacional como es el caso de Vargas Llosa y García Márquez.

         Vargas Llosa es un autor grandioso con una rica y variada obra literaria de la que no son nada desdeñables sus artículos y sus estudios literarios. Mi admiración por este autor no decrece pese a que sus presupuestos ideológicos y su ciega defensa de la libertad de los mercados, incluso ahora que sufrimos sus consecuencias, están muy lejos de mi modo de pensar.

         Claro que ese premio trajo a mi mente la obra El manual del perfecto idiota, escrita por Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y el hijo del Nóbel, Álvaro Vargas. No es este un blog que pretenda denigrar a nadie y por eso pasaré un tupido velo sobre esta obra porque para describirla tendría que ponerme a la altura de los autores y como voy mayor ya no estoy tan flexible para agacharme tanto.

         Como esta obra tiene como objetivo atacar la de Eduardo Galeano un autor al que admiro profundamente me he permitido compartir con vosotros el texto de una charla, un poco informal, que compartí con los ciudadanos de Cangas del Morrazo hace 11 años. Probablemente hoy matizaría un poco aquellas palabras y seguramente no callaría las diferencias que también mantengo con Galeano, pero va tal cual estaba. Espero que sea de vuestro agrado.

viernes, 8 de octubre de 2010

Comentario sobre "Derzu Uzalá"


Dersú Uzalá (el cazador) de Akira Kurosawa


            Si hubiésemos de evocar una película de aventuras que comenzase con la búsqueda de una tumba probablemente pensásemos en En busca del arca perdida y, casi con toda seguridad, nos parecería inevitable que el autor utilizase el mismo ritmo vertiginoso de Spielberg, pero Derzú Uzalá es una historia que se mueve al compás, violento o sosegado, de las fuerzas de la naturaleza, acaso las verdaderas protagonistas del film.

            Derzú Uzalá es un extenso flash-back  en el que el capitán Arseniev nos narra su contacto con un cazador de la taiga, Dersú. Es una película, pues, sobre la amistad entendida según la definición homérica –fordiana avant la lettre-[1] de que “la amistad son dos que marchan juntos”; una amistad entre dos seres de mundos distintos (el militar urbano y el cazador de la taiga), de culturas distintas (la científica y la animista); una amistad cimentada en la lucha por la vida (la ciudad donde Derzú  va tras perder parte de su vista y no se adapta y en el bosque que Arseniev debe cartografiar) ante los elementos de la naturaleza y que perdurará más allá de la muerte delante de una tumba que ya nadie reconoce como tal.

            Derzú Uzalá es una película sobre la sabiduría, sobre la sabiduría de un hombre en contacto directo con la naturaleza, un ser que considera “gente” a toda la realidad viva o inerte (un palo, una roca, un tejón, un tigre…), que es capaz de interpretar (sin la elemental sagacidad de Guillermo de Baskerville) las pisadas de un joven o de un anciano, de comprender las necesidades de los ausentes, de sentir entrañablemente la desesperación del desamor ajeno (la historia del anciano chino). Una sabiduría, la de Derzú, que dificulta, por el contrario, su adaptación a la ciudad, un incomprensible mundo en el que el agua o la leña son objetos de compraventa, pero que no le impide, en modo alguno, entenderse con el hijo de su amigo porque lo, esencialmente, humano es universal.

            Kurosawa es capaz de fundir la contemplación sosegada de la naturaleza y la acción de la aventura cuando nos habla de las fuerzas telúricas. El aire: el fascinante atardecer en el desierto helado, lento, palpitante, se ve acompañado por la urgencia de construir un refugio para sobrevivir al frío  y al viento nocturno. El ingenio y la fortaleza del héroe le llevarán a levantar una cabaña, utilizando las hierbas esteparias y el trípode del capitán. El fuego: el director nos regala una maravillosa escena en la que el cazador –casi como el Nathan Brittles de La legión invencible- recuerda ante la hoguera a su esposa muerta. Las luces, las sombras, los tonos del colorido se funden para mostrar, tímidamente, todos los sentimientos del alma del protagonista. El agua: en forma de hielo o de ríos caudalosos, es siempre una fuerza descontrolada, la belleza de los paisajes vuelve a unirse, de nuevo, con la aventura –en el sentido más puro- en la escena en que Derzú cae al agua e, incluso en la angustia ante la muerte, es capaz de mostrar a los soldados como utilizar un árbol para salvarlo. La tierra: Derzú Uzalá tiene la fisicidad de las mejores películas del oeste, el barro, la tierra húmeda, el follaje del otoño, la exuberancia de la primavera y el verano, la tierra con sus metamorfosis en definitiva, acompañan a los personaje a lo largo de la película.

            Alfred Hichcock, en sus célebres conversaciones con Truffaut[2], sostenía que el cine era un arte de mirones, que todos deseábamos ver desnuda a una vecina hermosa pero que las convenciones sociales nos lo impedían. El cine nos permitiría, sin represión alguna, realizar este deseo. No soy quien para quitarle la razón al genio, pero el séptimo arte, a veces, nos permite miradas menos urgentes, más sosegadas; nos permite contemplación. Esta obra de Kurosawa es un tránsito por lo contemplativo, la extraordinaria fotografía de la taiga, de los atardeceres, de las luces de las hogueras; el ritmo lento sólo acelerado por los deseos, caprichosos, de una naturaleza desatada, que permite a dos ancianos conversar, en silencio para nosotros, sobre soledades infinitas y desamores para siempre, nos acercan a un mundo sentido a la velocidad de lo humano, de un homínido parte de una naturaleza no exenta de peligros, en la que realiza un tránsito vital armónico y sensible a lo que pasa a todas las gentes, sean estas, rocas, palos, tejones, ancianos o incluso el terrible “amba”.

            Derzú Uzalá es una de estas películas que uno ve y, al final, como no puede abrazar a su autor,  se atreve a musitar: gracias. Gracias sr. Kurosawa, gracias al cine y a Dios o al azar por permitirlo.
          
                                                                                                  Salvador Castro Otero

Para saber más: 



[1] Dos cabalgan juntos
[2] El cine según Hichcock